Tras el
infortunio por la enfermedad de Tito Vilanova, el Fútbol Club Barcelona se
enfrenta a la tediosa tarea de escoger nuevo capitán para su barco. Y la
elección no es fácil por muchos motivos. Analizamos los dos principales.
El
primero es, lógicamente, anímico. El golpe es durísimo y lo reflejaban
perfectamente las caras de los jugadores y los técnicos en la breve rueda de
prensa del presidente Rosell de ayer. El nuevo técnico deberá recoger un
vestuario golpeado por la fatalidad del cáncer en dos de sus pesos pesados en
las últimas temporadas. No es objeto de este artículo pero bien merecería un
estudio descubrir si existe en el planeta alguna otra institución deportiva profesional
que haya sufrido dos casos de tamaña enfermedad de manera casi simultánea. El
último cruce de declaraciones entre Guardiola, la directiva y el mismo Tito no
ha hecho sino enrarecer el ambiente. Es justo decir también que las posibles
diferencias que puedan existir (enardecidas por periodistas de pacotilla,
también hay que decirlo) deben haberse esfumado ante la enfermedad del amigo.
El
segundo motivo es meramente deportivo. La plantilla está pensada para un estilo
de juego muy concreto, ya que los últimos años el juego de posición ha sido la
bandera del juego azulgrana y no todos los técnicos que han sonado en la prensa
tendrían la capacidad de dirigir un equipo con semejante modelo de juego.
Marcelo
Bielsa sonó con fuerza las primeras horas. Su defensa al hombre no parece
compatible con el juego posicional del Barcelona. Para “el loco” Bielsa la
presión de primera línea es la base de su transición ataque-defensa. Para el
Barcelona de Guardiola (no el de Tito) la presión era una consecuencia del
ataque anterior. Por otro lado, Bielsa sería de los pocos entrenadores que
tendrían los mimbres suficientes de relegar a Xavi a un papel cada vez más
secundario, cuestión que asoma como de las más capitales en el curso en ciernes
y que hará virar la dirección del modelo de juego del equipo hacia un lado u
otro.
El otro
valor en alza es Luis Enrique.
Hay varios factores de peso que harían apostar
fuerte por él: ex jugador, compartió vestuario con los cuatro capitanes,
conocedor del modelo… A nivel táctico, su incorporación deja también algunas
dudas. La referencia más relevante que tenemos del técnico asturiano es su paso
por la Roma 2011/12 (su paso por el F.C. Barcelona ‘B’ lo obviamos al estar
atado por el primer equipo). Las
diferentes fases de juego de Luis Enrique están basadas en un estudio sobre los
fundamentos básicos del juego colectivo del fútbol, llevado a cabo por César Frattarola
y Àlex Sans. La rigidez táctica de estos fundamentos es extrema y claramente
incompatible con algunas características técnicas de los jugadores actuales en
plantilla. Por ejemplo uno de tales fundamentos establece que un jugador en
posesión de balón y con posibilidad de avanzar deberá hacerlo en vertical nunca
en diagonal (siempre que no sea un desmarque). Esto atenta directamente contra
uno de los pilares (más bien EL pilar) del juego azulgrana: la libertad de
movimientos de Leo Messi, y no hace falta recordar los innumerables movimientos
diagonales hechos por el dios argentino, regalando espacios a interiores y
delanteros. Ponemos este ejemplo porque Luis Enrique, en su paso por la Roma
topó con un problema parecido: Francesco Totti, a quien la poca flexibilidad
táctica no pareció sentar nada bien. Evidentemente la comparación de caracteres
entre Messi y Totti nos da dos perfiles diferentes, pero si podemos decir que
Totti es la Roma, parece claro (y el último tercio de la temporada pasada, así
lo verifica) que Messi es el Barcelona. Además, para complicar la ecuación,
habría que sumar la incógnita Neymar, también acostumbrado a la libertad del
Santos.
Otro
valor táctico a discutir es la posición de Cesc Fábregas. Ya el pasado curso
costó incorporar al de Arenys al juego horizontal del Barcelona, pues su
presencia aceleraba el ritmo hasta verticalizar en exceso el juego. La
consecuencia directa fue la enorme distancia entre líneas que esto generaba
(haciendo que ni siquiera el arte de bilocación de Busquets bastase para tapar
tantos agujeros) y la dificultad de que los jugadores atacantes llegaran a
tiempo a línea de remate. Recordemos que en el primer trimestre de temporada,
Tito Vilanova consiguió combinar exquisitamente la horizontalidad de Xavi con
la verticalidad de Cesc. La recaída del míster en Enero nos dejó con la duda de
adónde hubiese culminado tal cóctel, y si el decaimiento posterior del
rendimiento colectivo no fue más que una
mala gestión o una consecuencia inevitable. La Roma de Luis Enrique se
caracterizaba por tener un ritmo alto y con alta participación de los
interiores (Pjanic y Perrotta), algo que Cesc podría agradecer. Hay que tener
en cuenta que el papel de tales interiores es la llegada a segunda línea
aprovechando espacios, no la de atacante principal, que se le ha atragantado
tanto a Cesc esta temporada pasada.
No todo
son penumbras tácticas en la apuesta por Luis Enrique: gusta de laterales con
largo recorrido. Alves, Alba, Montoya y Adriano aseguran dicho trabajo, aunque
uno de los retos es conseguir equilibrar defensivamente tanta potencia en las
bandas (recuerden que los partidos donde Alves y Alba han compartido
titularidad la sensación de fortaleza defensiva era menor comparado con los
partidos donde se han alternado con Montoya y/o Adriano). Además la gestión de
la cantera y la apuesta por nuevos valores que deben empezar a asomar como
Sergi Roberto o Montoya parecería estar asegurada al haberlos mamado en etapas
anteriores.
En poco
tiempo se despejarán las dudas y aparecerán nuevas, pues el técnico elegido
tendrá sus pros y contras. Será una temporada difícil, dónde muchas preguntas
quedarán contestadas, esperemos que definitivamente y algunas, hasta
dramáticamente. Sea cual sea el próximo técnico, el más propicio, el que parece
que mejor encajaría dentro del modelo de juego del Barcelona voló hace meses dirección Manchester, don
Manuel Pellegrini. Pero eso es carne para otro artículo.
Víctor Muñoz
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